La erección del pene ocurre cuando el cuerpo cavernoso, dos estructuras esponjosas en forma de cilindros paralelos dentro del pene, queda lleno de sangre. El pene se hincha de tal modo que comprime sus venas impidiendo que la sangre retorne hacia el resto del organismo.
El cuerpo cavernoso queda, así, lleno de sangre, manteniendo la erección hasta el final del estímulo sexual. Cuando hay un orgasmo o cuando el estímulo para la erección acaba, el cuerpo cavernoso se vacía, el pene vuelve a quedar flácido.
Para que el cuerpo cavernoso se llene de sangre, se necesita una señal del sistema nervioso central, liberando una sustancia llamada óxido nítrico. Este neurotransmisor es el que relaja los vasos sanguíneos del cuerpo cavernoso, facilitando la entrada de sangre en el mismo.
Mientras haya óxido nítrico en el cuerpo cavernoso, el pene se mantendrá lleno de sangre y, por lo tanto, erecto cuando lo niveles de óxido nítrico caen, la erección termina.
Los factores psicológicos y hormonales, como alteraciones en los niveles de testosterona y de las hormonas de la tiroides, por ejemplo, pueden interferir en este sistema neurológico-vascular de la erección.
No toda disfunción eréctil está relacionada a alguna enfermedad orgánica factores psicológicos también pueden ser los responsables.
El estrés del día a día puede causar pérdida de concentración y disminución de la libido, interfiriendo en el rendimiento masculino. Problemas profesionales, financieros o matrimoniales son las causas más comunes. Además del estrés cotidiano, la ansiedad por el acto sexual también es una causa común de la impotencia.
La obligación que la sociedad impone al hombre de siempre tener que estar listo para satisfacer a la mujer, transformando una falla en algo vergonzoso, acaba por crear demasiada presión en algunas personas. La ansiedad en relación al rendimiento acaba creciendo si el hombre ya experimentó dificultades anteriormente.
En algunos casos, la preocupación en tener y mantener la erección acaba por tornarse el principal foco, haciendo que el acto sexual en sí quede en segundo plano. Este nerviosismo se transforma en una «bola de nieve», causando nuevos episodios de impotencia, que a su vez conllevan mayor ansiedad.
La depresión es otra causa de disfunción eréctil. Así como en la ansiedad, este proceso se puede auto-alimentar.
Muchos hombres no aceptan que su rendimiento sexual disminuirá con el paso de los años, y, en algunos casos, la incapacidad de mantener la erección puede conducir a cuadros depresivos.
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